¿Qué harías si mañana temblara?
El título de este blog tiene la intención de hacer una reflexión con
motivo del próximo aniversario de los sismos de 1985. Si bien aún faltan
dos meses para que se cumplan 32 años de su ocurrencia, el riesgo sísmico en
nuestro país es muy alto y es permanente. El conocimiento actual sobre el
fenómeno no nos permite saber el día y la hora del próximo gran temblor, pero
algún día ocurrirá.
Continuaré recordando esos temblores, dos sismos, de magnitud 8.1 y 7.6
respectivamente, encontraron una población vulnerable y sin estar preparada
para afrontar el severo movimiento de la tierra, encontrando así las
condiciones propicias para provocar el desastre del que muchos de nosotros
fuimos testigos.
Para todos, como nación, este evento representa un antes y un después en
la historia moderna de México. Y es a partir de ese evento lo que ubicó a la
protección civil como un tema en la agenda pública y en la sociedad.
Para quienes vivimos de cerca esos momentos, se mantiene en nuestras
memorias las imágenes y las desgarradoras historias de aquellos días. Quienes
no lo vivieron y las nuevas generaciones particularmente, quizá no dimensionan
el impacto y lo qué un sismo de gran magnitud representa.
“Que la tragedia nos convierta en un México nuevo, pero para mejor”,
así se leía la contraportada del Periódico La Jornada en septiembre de 1985,
quien publicó las crónicas de Elena Poniatowska sobre el terremoto, a través de
las cuales describe las circunstancias y sentimientos de las personas que
sufrieron la tragedia: “Caminando entre los escombros, hablando con la
gente, presenciando el dolor, la miseria y por irónico que parezca la grandeza
en esas circunstancias en las cuales la sociedad se volcó solidariamente para
auxiliar”.
Casi 32 años han pasado, 32 años que hemos tenido la oportunidad de
reducir el riesgo que representan los sismos en nuestro país, sin embargo, es
necesario reflexionar si ¿es suficiente lo que hasta ahora se ha logrado?,
¿podemos afirmar que, en caso de ocurrir otro sismo de gran magnitud, el
impacto sería menor? ¿hemos invertido los recursos suficientes para evitar un
desastre como el de 1985 y sus implicaciones económicas, sociales y políticas?
Nuestro país, por encontrarse ubicado en el cinturón de fuego del
Pacífico, es propenso a la ocurrencia de estos movimientos de tierra. Ha
temblado en el pasado y seguirá temblando.
Del año 1900 al año 2015 ocurrieron 82 sismo de magnitud 7 y mayores. Esto
significa que en promedio cada 1.4 años ocurren en nuestro país algún sismo de
gran magnitud con potencial destructivo.
De acuerdo con los especialistas, existe el potencial de sismos de gran
magnitud en el Pacífico Mexicano.
Sin temor a equivocarme, la cultura de la prevención es aún incipiente y
limitada. Lo peor que podemos hacer es evadir una realidad, evadir el problema
y decir que a nosotros no nos va a pasar.
Las tareas pendientes:
Lo primero es estar conscientes de que vivimos en un país donde el
peligro sísmico es alto, debemos conocer nuestros riesgos y nuestras
vulnerabilidades, así como contar con una percepción adecuada del riesgo que
representan los sismos, que nos haga modificar hábitos y conductas para reducir
nuestros riegos y convertirnos en una sociedad resiliente.
Es necesario entender que los desastres son resultado de la incapacidad
de la sociedad de ajustarse y adaptarse adecuadamente a su entorno propiciando
una alta vulnerabilidad frente a fenómenos naturales a los que está expuesta.
Por ello a partir del conocimiento de los peligros a los que estamos
expuestos y las vulnerabilidades debemos orientar acciones para evitar la
generación de nuevos riesgos. Los nuevos desarrollos, las nuevas construcciones
deben considerar el riesgo de desastre para evitar que se conviertan en los
desastres del futuro.
Vivir seguros significa tener capacidad de gestionar nuestro territorio
siendo conscientes de los riesgos existentes y tomando medidas para su control,
así como prever las consecuencias a mediano y largo plazo de nuestras
intervenciones sobre el entorno y de los nuevos riesgos que éstas pueden
generar.
Los Atlas de Riesgos, el ordenamiento territorial y la planeación urbana
se convierten en herramientas vitales para ello. Respetar los usos de
suelo y vigilar que los reglamentos de construcción se cumplan a cabalidad es
la acción preventiva más efectiva para reducir la posibilidad de pérdidas o
daños, y sobre todo salvar vidas.
En cuanto a los riesgos ya existentes debemos trabajar para reducirlos,
identificando aquellas condiciones que nos hacen susceptibles a sufrir daños o
pérdidas.
¿Cómo?
·
Reforzando
las construcciones para reducir la posibilidad de daños estructurales o colapso
de las edificaciones.
·
Asegurándonos
de que las instalaciones de gas y eléctricas son adecuadas y se encuentran en
buen estado.
·
Colocando
objetos grandes y pesados en anaqueles o lugares bajos.
·
Fijando a
la pared cuadros, espejos, roperos, armarios, libreros y estantes.
·
Evitar colocar
objetos pesados en la parte superior de éstos.
·
Asegurar
firmemente al techo las lámparas u otros objetos colgantes.
·
Acciones
similares deben desarrollar las autoridades para reducir riesgos en sus
instalaciones y en lugares públicos.
·
Etc.
Una vez que hemos trabajado en reducir los riesgos, debemos prepararnos
para posibles emergencias.
·
Diseñar planes
y programas internos de Protección Civil que sean efectivos, así como efectuar
regularmente simulacros, capacitar al personal, contar con señalizaciones.
·
Localizar
lugares seguros en nuestra casa o lugar de trabajo.
·
Identificara
los lugares peligrosos en viviendas para alejarse de ellos, tales como ventanas
donde los vidrios podrían estrellarse, libreros u otros muebles que puedan
caer.
·
Saber
cómo reaccionar cuando la alerta sísmica suene.
·
Elaborar
un plan familiar de protección civil.
·
Los
programas internos de protección civil deben mantener su esencia que es
identificar y analizar riesgos, reducirlos y prepararnos para las emergencias.
No deber ser un obstáculo y una serie de requisitos administrativos.
·
Etc.
Cuando ocurra una emergencia, debemos responder
de una manera adecuada y coordinada. Poner en práctica aquellos planes de
contingencias y protocolos de actuación, previamente elaborados. Durante
esta etapa, también pueden salvarse vidas.
Posteriormente viene la etapa de recuperación y reconstrucción. En donde
también existen diversas actividades coordinadas entre sociedad y gobierno,
buscando siempre crear mejores condiciones, previas a la emergencia.
En todo este proceso, un aspecto muy importante es la corresponsabilidad
que se entabla con la sociedad en general en un tema muy sensible.
Nuestra responsabilidad implica no sólo enseñar a la población lo que
tiene que hacer cuando ocurre un desastre, sino también emprender un proceso de
sensibilización para que las personas sean capaces de evaluar correctamente los
riesgos que las amenazan y que las y los mexicanos podamos vivir mejor.
Enmarcar estas acciones en la gestión del riesgo y hacer énfasis en la
participación ciudadana.
Retomando las palabras de Don Fernando Gómez Mont:
“Cuando la ciudadanía trabaja y comparte del valor de su trabajo, aporta
a la construcción de los recursos públicos, a mecanismos para fortalecer las
capacidades de defensa, promoción y protección a que está obligado el gobierno
frente a su comunidad.
El Sistema Nacional de Protección Civil, que surge y se consolida a
partir de la tragedia de 1985, es una política profundamente democrática y en
ello radica buena parte de su belleza.
En ella el gobierno asume la responsabilidad de ejercer el liderazgo con
honradez, con honestidad y con eficiencia; en ella la sociedad multiplica las
acciones a realizar de manera organizada, ordenada, confiable y visible.”
Amigos, en este próximo aniversario luctuoso del mayor desastre en
nuestro país en la historia reciente, es momento de reflexionar y redoblar los
esfuerzos, con voluntad y decisión, para retomar lo bueno que se ha realizado,
pero avanzar en una auténtica cultura de la protección civil.
Tenemos la obligación moral de modificar nuestra manera de pensar,
centrarnos en la gestión del riesgo y no exclusivamente en el desastre.
Los invito a que sumemos esfuerzos, cada uno de nosotros en lo que nos
corresponde. Fortalezcamos de una manera transversal la gestión del riesgo de
desastres.
Por supuesto que a partir de estos eventos nació un nuevo México en todos los aspectos.Respecto a si somos mejores, mi percepción es que lo más importante es nuestra capacidad para responder y ésta es una montaña rusa, en la cual ahora nos encontramos en lo más profundo.
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